Cultura

Construir saberes desde el encierro, el desafío de “Las voces de la 50”

Un grupo interdisciplinario trabaja desde hace cuatro años en la Unidad Penal 50. Acaban de lanzar una campaña de donación de libros cuyas autoras sean mujeres o sus historias estén protagonizadas por personajes femeninos. Buscan donar una biblioteca e iniciar un proyecto literario con las internas.

por Paola Galano

@paolagalano

Hasta el 1 de octubre estará vigente una campaña de donación de libros que estén escritos por mujeres o que, aunque lleven la firma de un varón, sus historias se encuentren protagonizadas por personajes femeninos. El destino de esos ejemplares será formar parte de una biblioteca que quedará en la cárcel de mujeres ubicada en Batán y en cuya conformación trabaja un grupo de talleristas coordinadas por la secretaría de Extensión de la Facultad de Ciencias de la Salud, de la universidad Nacional de Mar del Plata.

“Las voces de la 50: literatura y otras expresiones artísticas en contextos de encierro” es el nombre de este proyecto que lleva adelante un grupo de profesionales de diversas disciplinas. ¿El objetivo?: generar las condiciones para ofrecer talleres de literatura en la Unidad Penal 50 y provocar que las personas privadas de su libertad puedan entrar en contacto con los libros: sea a través de la lectura, del juego o de la producción de textos.

Esta propuesta arrancará durante la segunda parte del año en la mencionada cárcel de Batán e incluye la donación del mueble de madera que contendrá a los libros.

Es en este marco en el que está vigente la campaña de entrega de libros. Las personas interesadas en regalar ejemplares (que respondan a esta característica de llevar la firma de una mujer o bien que estén protagonizadas por mujeres) tendrán que enviar un mail a la siguiente dirección: lasvocesdela50@gmail.com

“Este proyecto se produce dentro del programa de género” que está vigente en esta facultad, informó Daiana Guzzo, abogada y participante de Las voces de la 50. “Usamos la literatura para fortalecer el género. Y para que esté presente la cuestión feminista nos pareció importante rescatar las voces de la mujeres, porque las (autoras) mujeres suelen ser menos nombradas, menos estudiadas, en Argentina y en el mundo. La idea es rescatar las voces de las autoras”, agregó Guzzo y reconoció que este proyecto nació a partir de la sugerencia de las mismas mujeres recluidas.

En este sentido, el proyecto se aleja de los talleres en los que la Universidad, a través de sus egresados, llega a diversos contextos para impartir clases sobre algún conocimiento. “No hacemos transferencia, no es que nosotras vamos, damos una clase y nos vamos… no, generamos todo el tiempo un ida y vuelta (con las personas privadas de libertad) para seguir construyendo saberes”, informó a LA CAPITAL.

Así, llamaron “extensión crítica” a esta nueva manera de entender las actividades que las facultades hacen en la comunidad. “El paradigma no es el de la universidad bajando su saber en el territorio, sino la universidad en el territorio construyendo saber desde la realidad territorial, es construir desde los saberes populares, esa es la diferencia. El paradigma nuevo es una extensión que cuestione la academia”, agregó por su parte Katty Bartoli, docente del programa de género y también extensionista en Las voces de la 50.

Introducir la literatura como recurso expresivo en una situación de encierro, suponen las talleristas, despertará emociones, vivencias y recuerdos, en el marco de una institución compleja y dura de transitar como la cárcel. “Pocas experiencias humanas deben atravesar de manera tan fuerte la vida de cualquier persona como perder la libertad, imagino que pueden salir cosas muy hermosas, según la mirada que se tenga de lo hermoso”, apuntó Bartoli sobre los textos q ue instarán a ser escritos desde el encierro.

Y su compañera, la docente de Letras Sol Martincic -una de las cuatro especialistas en Letras que trabajarán en este proyecto- agregó: “En un contexto en el que carecen de recursos, muchas veces es difícil expresarse, por eso me parece que la literatura, que las voces en formato oral o escrito, da una posibilidad en la que precisamente valga la pena la expresión, es poder decir algo en ese contexto más que en cualquier otro, me parece que la capacidad de la literatura se ve más que en otros espacios, que la voz y la escritura de esas mujeres valga la pena tiene un valor inmenso”.

Un gran porcentaje de las mujeres de la Unidad Penal 50 provienen del conurbano bonaerense, explicaron. “Muchas están abandonadas, sus familiares no las pueden venir a visitar, suelen ser personas pobres, pasan mucho tiempo sin ver a sus hijos”, contextualizó Bartoli sobre la realidad de las encerradas y la necesidad de estimular su faceta imaginativa como estrategia de supervivencia.

Desde hace cuatro años

No es la primera vez que este equipo de profesionales -que integran abogadas, sociólogas, diseñadoras, psicólogas y docentes- llega con propuestas al penal y en coordinación con la secretaría de Extensión de la Facultad de Ciencias de la Salud. “Hace cuatro años que trabajamos en el territorio cárcel de mujeres”, contó Guzzo.

“El primer proyecto fue sobre el espacio, porque la temática era la maternidad y la primera intervención que hicimos fue acondicionar el espacio del salón de usos múltiples donde se recibían las visitas, era el período en el que en la cárcel de Batán aún había niños. Luego eso cambió”, describió Bartoli, quien estuvo desde el arranque de las actividades.

Al año siguiente armaron un taller sobre violencia de género. “Fue nuestro primer acercamiento y fue maravilloso, porque una tiene esa carga desde la imaginación, por lo menos para las personas que no tuvimos ningún vínculo con la cárcel, no solo con el espacio físico sino con las personas que están allá, y la verdad es que fue sorprendente, cada encuentro nos íbamos más renovadas porque nos dábamos cuenta de que ahí hay mujeres comunes, con delitos más graves o menos graves pero en definitiva ninguna de ellas preparada para la cárcel”, siguió Bartoli.

El año pasado, en tanto, realizaron un taller sobre gestión menstrual, higiene y salud, y se capacitó a las internas en la elaboración de plantas medicinales. “Ellas tenían mucho saber popular y fue una retroalimentación muy buena. Convocamos a profesionales de la carrera de Biología que enseñaron a hacer productos naturales, cremas, desodorante, dentífrico y se les enseñó sobre economía para hacer la gestión e esos productos”, detalló Guzzo. Además, elaboraron un manual destinado al Servicio Penitenciario que contiene información desde “una mirada femenina para poder entender la gestión menstrual”.

También esta propuesta nació a partir del pedido de las internas, quienes se ven imposibilitadas de tener acceso a los productos que se necesitan durante el período menstrual. “La idea fue alivianar una situación que para quien está privada de la libertad es absolutamente imposible de resolver”, indicaron las talleristas.

Bartoli explicó: “El problema es que no solo hay una privación de la libertad, hay otras privaciones y eso hace todo más dificultoso”.

Guzzo aportó su mirada desde el derecho, su especialidad.

“Se supone que las cárceles son para la resocialización (de las personas). Contar con estas herramientas del fortalecimiento de los derechos, de los derechos de género, en este caso, supone acercarnos a ese ideal de la resocialización, sobre el que aún falta mucho por hacer”.

Además de contar con el apoyo del Servicio Penitenciario que desarrolla tareas en Unidad Penal 50, el equipo de trabajo interdisciplinario en la cárcel de mujeres tiene el aval de la secretaria de Extensión de Ciencias de la Salud, Macarena Justel, y de la coordinadora del programa de género, Yanina Cobos. E intervienen, además de las profesionales mencionadas, Luciana Patiño Aráoz (socióloga), Rosario Valdez (psicóloga), Stefanía Borthiry (abogada), Melisa Galli (diseñadora), Estefanía Zambelli (Letras), Brenda Cepeda Suárez (Letras), Angélica Espinel (Letras) y Estefanía López de Felice (estudiante de sociología).

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